10 de abril de 2008

DE EXPECTATIVAS Y DECEPCIONES

A veces las personas nos decepcionan. A veces son nuestros padres, otras nuestros hermanos, nuestros amigos, nuestra familia o nuestra pareja. Supongo que es algo normal, pues todos somos humanos. Otras veces, somos nosotros los que decepcionamos a los demás.

En este sentido, reconozco que tengo un problema, porque soy una persona muy exigente, tanto conmigo mismo, como con los demás. Ser autoexigente no es malo, tú te puedes exigir lo que quieras, porque solo tienes que rendir cuentas ante ti mismo. Sin embargo, con los demás es diferente. Tú esperas algo de ellos, aunque no seas consciente de que lo estás siendo. Y a veces llega un momento en que te das cuenta de que ellos no cumplen tus expectativas, y entonces te decepcionas. Para mí es una sensación horrible y muy desagradable, una mezcla de frustración, impotencia y enfado. Enfado con ellos, enfado conmigo mismo.

En la situación contraria, es decir, cuando somos nosotros los que decepcionamos a los demás, a veces lo hacemos y ni siquiera somos conscientes de ello; incluso a veces nos lo pueden llegar a decir, directa o indirectamente, y aunque en ocasiones lo entendamos y nos demos cuenta de que no hemos estado a la altura, otras no somos capaces de entender qué hemos hecho mal (o dejado de hacer), y qué espera la otra persona de nosotros. Hay veces que es realmente frustrante y desesperante pensar “¿qué esperas de mí? ¿en qué me he equivocado?”

En la vida y, especialmente, en las relaciones con las personas, aprendemos de nuestras experiencias pasadas y en base a ellas actuamos de una forma u otra. Hay veces que es realmente fácil, y que por muy difícil que sea una persona, de algún modo prevés sus movimientos y consigues anticiparte a ellos, como si de una partida de ajedrez se tratara. Sin embargo, con determinadas personas por más que las conozcas, chocas una y otra vez en el mismo punto, y cometes los mismos errores. Y desgraciadamente, no eres capaz de rectificarlo o de anticiparte a la situación extrema en la que acabas discutiendo y enfadándote. Y es una pena, porque siempre acaba habiendo daño, en ambas partes, y cada vez que hay daño queda una cicatriz, un pequeño o gran recuerdo de lo que dolió, algo que no se borra con el tiempo.

Y pasa lo mismo cuando son los demás los que nos decepcionan, los que no cumplen nuestras expectativas. Confías siempre en que la próxima vez estarán a la altura, y en ocasiones es cierto, pero otras veces no. Y acaban decepcionándote una y otra vez hasta que te sientes impotente y frustrado, y esas personas que te decepcionan van perdiendo el crédito poco a poco hasta que… bueno, eso ya depende de la paciencia y el aguante de cada uno, y del cariño que tengas por esa persona.

A veces me gustaría tener un manual de usuario al que poder acudir para saber cómo tratar a algunas personas, porque realmente es frustrante intentar hacerlo lo mejor que sabes y conseguir lo contrario a lo que buscabas.

2 comentarios:

Lucía dijo...

Es un poco la pescadilla que se muerde la cola, como son tus amigos, esperas grandes cosas de ellos y, como a veces no están a la altura de lo que esperabas, te decepcionan, pero como siguen siendo tus amigos, sigues esperando grandes cosas de ellos.

Normalmente, pese a las decepciones y demás, merece la pena que sigan siendo amigos... ¿no?

Javi dijo...

Mmm, no sé, yo no diría que es la pescadilla que se muerde la cola. Además, no solo hablo de amigos, hablo de tu pareja, de tus padres, de tus hermanos... cualquiera puede decepcionarte.

Evidentemente, por una decepción no dejan de ser tus amigos, pero cuando es una detrás de otra evidentemente afecta.

De todas formas, yo lo enfocaba más por el tema de que me cuesta asimilarlo y no exigir tanto a los demás... y tratar de prever cuando no van a estar a la altura, a la que yo defino...