23 de abril de 2008

SANT JORDI

Tomás se baja del metro en Plaza Cataluña e intenta abrirse camino entre la muchedumbre que inunda la estación. Sube por las escaleras mecánicas de la salida que da a las Ramblas y allí se deja engullir por la avalancha de viandantes que disfrutan, un 23 de abril más, del encanto especial del día de Sant Jordi en Barcelona.

Se deja arrastrar por la marea humana, respirando el embriagador aroma a rosas que flota en el ambiente. Camina Ramblas abajo, entre la gente, parándose en algunos puestos, hojeando los libros que llaman su atención.

A su paso por la Boquería, decide cruzar y adentrarse en el mercado. Los variados colores de los puestos de frutas le reciben como un original arcoíris, y decide comprar allí mismo un zumo de frutas tropicales. Da un paseo por el mercado mientras sorbe el zumo a través de una pajita y sale de nuevo a la calle.

Retoma su paseo Ramblas abajo, caminando despacio y con dificultad entre la muchedumbre. Frente al Liceu, se para en otro de los puestos de libros, echando un vistazo hasta que ve uno que le gusta y decide comprarlo. Al girarse, una adolescente le dice: "¿Quieres una rosa para tu novia? Es para el viaje de fin de curso". Tomás sonríe melancólicamente a la chica, y se queda mirando las rosas que ella sostiene, hasta que una atrae su atención.

- Ésta -dice, señalando la elegida.

Tras el agradable paseo por las Ramblas, Tomás llega a los pies de la estatua de Colón y cruza la calle hasta llegar al puerto. Un grupo de turistas baja de una de las golondrinas que acaba de atracar en el puerto. Un par de críos se persiguen, jugando, y Tomás tiene que pararse en seco para no atropellarlos. Deja a un lado la pasarela de madera de teca que lleva al Maremágnum y camina por el parque contiguo, buscando un banco libre para sentarse. Sin embargo, todos se ven ocupados por grupos de amigos, ancianos, o parejas disfrutando del soleado día de primavera.

Se para junto a un banco donde, en un extremo, está sentada una chica sola, leyendo con interés un libro.

- Perdona, ¿te importa que me siente? Todos los demás bancos están ocupados.

Ella levanta la vista del libro y lo mira con aire despistado.

- Claro, siéntate, -asiente- hay sitio para los dos –dice, y vuelve a su lectura, disponiéndose a devorar las últimas páginas del libro estaba leyendo.

Tomás musita un "gracias" y se sienta en el banco. Coloca cuidadosamente la rosa que ha comprado sobre sus rodillas y coge el libro que acaba de comprar. Acercándolo un poco a su nariz, lo abre escuchando el leve crujido de las pastas nuevas, dejando que las páginas se separen unas de las otras y que el olor a libro nuevo le impregne la nariz. Busca la primera página y comienza a leer, abstrayéndose de todo lo que le rodea.

Al cabo de unos minutos, ella observa la rosa en las rodillas de él y, señalándola, dice:

- Has escogido bien. Mucha gente no sabe escogerlas, la mayoría de las veces las rosas están ya a punto de marchitarse o apenas han empezado a abrirse, pero ésta está en su esplendor. Es preciosa.
- Gracias. Tienes razón, es perfecta.
- A tu novia le encantará. ¿Has quedado aquí con ella?
- ¿Eh? No, no. No he quedado con nadie –Tomás baja la cabeza mientras la frase muere en un hilillo de voz.
- Oh, perdona, no quería ser indiscreta. Solo…
- No, no te preocupes. Siempre quedaba con ella aquí. Bajaba las Ramblas hasta que encontraba la mejor rosa, y aquí se la daba, pero este es el segundo Sant Jordi que paso solo.
- Lo siento, no quería incomodarte.
- No pasa nada.
- Y entonces, ¿por qué la has comprado?
- Porque era la rosa más bonita de las Ramblas –sonríe.- Y tú, ¿has quedado aquí para que te den tu rosa?
- No, no he quedado. Suelo venir a este parque a leer si hace buen tiempo.

Ambos se concentran de nuevo en su lectura y, tras unos minutos en silencio, él se gira al escuchar que ella cierra su libro de golpe. La observa: ella está sonriente, y se gira hacia él. Aunque no tiene la típica belleza que llama la atención a primera vista, se da cuenta de que es realmente guapa. Tiene el pelo negro y rizado, y lo lleva recogido con una goma, a modo de moño, dejando a la vista su nuca desnuda. Es muy morena y lleva unas gafitas de pasta que hacen juego con sus pendientes y un jersey ceñido de cuello de pico.

- ¿Has acabado tu libro? –le pregunta él.
- Sí –sonríe-. Es una sensación rara cuando acabas un libro que te gusta. Por un lado estás contenta, por otro te da pena haberlo acabado.
- Es verdad. Pero lo mejor es que esa sensación se repite con casi cada libro que lees, y todos te dejan algo nuevo.

Se quedan mirándose el uno al otro y, al cabo de unos segundos, ella dice:

- Bueno, he de irme.

Él carraspea y dice:

- ¿Puedo regalarte la rosa? –le pregunta, tendiéndosela, mientras se ruboriza.
- Oh, gracias. ¿De veras me la regalas?
- Sí, claro. Una chica tan guapa debería recibir una rosa el día de Sant Jordi.
- ¿Y qué te hace pensar que no me van a regalar una?
- Oh, perdona, pensaba que…
- Es broma, es broma –le interrumpe, riendo-. No esperaba ninguna rosa hoy.
- Entonces, toma.
- Gracias –responde ella con una sonrisa.- Pero entonces quiero que aceptes el libro que acabo de terminar –dice mientras rebusca en su bolso. Por fin encuentra un boli, escribe algo dentro del libro, se pone en pie repentinamente y le da el libro- Espero que te guste, ha sido agradable charlar contigo, pero ahora me tengo que ir.
- Gracias, dice él. ¿De verdad te tienes que ir? Espera, ¿cómo te llamas?

Pero cuando termina de preguntar, ella ya se ha alejado unos pasos. Camina graciosamente, moviendo la cintura. Y levantando un poco la voz, insiste:

- ¿No me vas a decir cómo te llamas?

Ella se para, se gira suavemente, le sonríe y sigue alejándose. Él se queda ensimismado, mirándola, sin entender nada. Baja la cabeza y se queda mirando el libro que ella le acaba de dar. “¿Quieres cenar conmigo?” es el título. Lo abre y lee “Bea” y un número de teléfono, escrito por ella solo unos segundos antes.

La busca con la mirada pero ya ha desaparecido entre la gente.

- Feliz Sant Jordi, Bea. Será un placer cenar contigo –susurra mientras sonríe.

7 comentarios:

Laura dijo...

Esta es la magia de St.Jordi, lo que lo hace tan...especial.Gracias por acercármelo un poquito.

Javi dijo...

Hola Laura,

Es verdad, Sant Jordi tiene un encanto especial. Es bonito mezclarse entre la gente por las Ramblas y empaparse del ambiente.

:-)

Lucía dijo...

¡Qué tierno!Me gusta mucho.

MUAK!

Javi dijo...

¿Esta vez no me vas a decir que es quinceañero? :-P

Me alegro de que te haya gustado.

MUACK

Lucía dijo...

No, no es quinceañero. Es bonito. Es tierno. Tiene... no sé qué, pero me gusta.

Me ha hecho sonreír :)

belenmadrid dijo...

qué bonito!

Javi dijo...

Vaya, gemisisdespechada, muchas gracias. Me alegro de que te haya gustado.

La verdad es que Sant Jordi es un día bonito, un día para que pasen estas cosas :-)