16 de abril de 2008

TÚ NO LO SABES

Carlos se despierta. Está desorientado y no sabe dónde está. Abre los ojos y, con la ayuda de la escasa luz que entra en la estancia, intenta reconocer el lugar. No está en su casa. Escucha el sonido del agua corriente, probablemente de la ducha, aunque se oye lejano. Poco a poco va recuperando la consciencia. Está en la habitación del hotel y escucha el ruido de las otras habitaciones y de gente andando por los pasillos.

Se gira en la cama buscando el otro extremo de la cama, demasiado grande para una sola persona, y nota las frías sábanas en su cuerpo desnudo. Suspira y piensa que lleva demasiado tiempo durmiendo solo, demasiado tiempo sin los brazos de una mujer rodeándole por las noches.

Intenta recordar cuándo fue la última vez que despertó con una mujer a su lado, la última vez que los besos y las caricias le habían despertado. Hacía demasiado tiempo. Demasiado tiempo desde que ella le abandonó. Ella. La que tanto le quiso, la que tanto daño le hizo. Había habido otras mujeres, pero ninguna realmente importante, nadie que hubiera despertado a su lado por las mañanas, nadie desde que ella se fue. Carlos había sufrido mucho, pero de ese dolor ya solo quedaba una enorme cicatriz que probablemente lo acompañaría siempre. Por suerte ya solo era eso, una cicatriz.

Aun tumbado en la cama, Carlos la recuerda con una mezcla de nostalgia y alivio, y una pequeña sonrisa asoma en su rostro. Por fin una sonrisa, por fin siente alivio.

Finalmente se levanta, corre la cortina y deja que la luz bañe su cuerpo desnudo. Va hacia el baño, abre la ducha y se mete dentro. Deja que el agua que resbala por su cuerpo arrastre todos los malos recuerdos mientras los ves desaparecer por el desagüe... Por fin está limpio, por fin se siente puro y preparado para seguir con su vida.

Unas horas horas más tarde, Carlos está sentado en el avión que le lleva de vuelta a casa, sobrevolando algún lugar que no consigue reconocer. Mientras mira por la pequeña ventanilla del avión, Carlos de repente recuerda a Inés, la amiga de Cristina.

"Qué pena que no pueda conocerte, Inés, tu mirada y tu sonrisa me encantaron. Tú no lo sabes, pero me hiciste sonreír", piensa Carlos cerrando los ojos.

2 comentarios:

Lucía dijo...

Las heridas del corazón nunca son sólo cicatrices.

Un consejo para Carlos: nunca se debe dejar escapar a alguien que te haga sonreír. Así que haga como D. Juan y que busque a su Doña Inés :).

¿Para cuándo el siguiente capítulo?

Muak!

Javi dijo...

¿Ah, no? ¿Seguro? ¿Quieres decir que no cicatrizan?

Yo no estoy de acuerdo contigo, todo cicatriza, tarde o temprano, de una forma u otra, pero lo hace.

¿El siguiente capítulo? ¿Estás enganchada? Je je je.

En cuanto al consejo para Carlos, tomo nota... para él y para mí :-)

Besitos