15 de abril de 2008

¡CHOF!

¡Chof! Algo ha caído al mar, y tras flotar unos segundos, comienza a desaparecer bajo el agua, despacio.

En un día gris y desapacible como hoy, en el muelle no hay nadie, nadie que haya visto u oído que algo, quizás alguien, caía al mar. Las redes de los pescadores están estiradas de forma ordenada, descansando del trabajo de toda la semana. La flota permanece amarrada en el puerto, hoy nadie saldrá a faenar. En el ambiente solo se escucha el sonido sordo del viento esparciendo aleatoria y desordenadamente las hojas secas, así como el repiqueteo desacompasado de las campanillas de los barcos de pesca.

Una bandada de gaviotas sobrevuela el puerto. Ellas sí han visto como un cuerpo caía al agua y se hundía lentamente bajo las frías aguas.

Miguel empieza a sentir frío. Siente como el frío y la humedad comienzan a recorrer todo su cuerpo, desde sus extremidades hasta lo más profundo de su ser, recorriendo, despacio, todo su sistema nervioso, y llevando esa sensación hasta su cerebro. Miguel cree que no le está pasando a él, lo vive como si le pasara a otra persona, como si solo fuera un mero espectador. Sin embargo, una pequeña señal de alarma se ha encendido en alguna parte de su cerebro. Una luz parpadea, una sirena suena lejana. Pero Miguel no ve ni escucha nada, porque no siente nada, sólo esa sensación agridulce que le dan el frío, la humedad y la paz que le rodea.

Piensa que está dormido, que ha tirado demasiado del nórdico y que solo siente el frío que le sube por los pies. No quiere moverse, porque le gusta esa sensación de paz, y el frío aun no es lo suficientemente intenso como para moverse y taparse bien.

Pero el frío es cada vez mayor, cada vez más incómodo. Entonces ve algo, un resplandor, una luz lejana, y escucha el sonido amortiguado de unas campanas.

Poco a poco empieza a tomar consciencia. El tañido de las campanas es cada vez más claro, aunque más lejano. Algo pasa. Intenta despertarse, pero no puede. No está dormido. ¡Está en peligro! Quiere abrir los ojos pero sus párpados no responden a las órdenes de su cerebro. Intenta respirar, pero tampoco puede. Se siente agarrotado, incapaz de mover un solo músculo, y una sensación de agobio e impotencia empieza a invadirle.

¿Dónde está? ¿Qué ha pasado? Hace solo un momento se sentía a salvo, y ahora está en peligro.

Entonces recuerda. Aunque la tarde no era agradable, había quedado con ella. Habían acordado verse en el Serrallo, el barrio de pescadores. Caminaba por el muelle, muy cerca del agua, quizá demasiado, cuando algo pasó y cayó al mar. Quizá fue un golpe de viento, o quizá un desvanecimiento, daba igual, algo había pasado y poco a poco desaparecía en las frías aguas.

¿Y si no conseguía moverse?

Pero Miguel sentía paz. Allí abajo hacía frío, estaba cada vez más oscuro, pero había cada vez más paz. Esa soledad y esa sensación le reconfortaba de algún modo. Y Miguel pensó en ella. ¿Y si no la veía más? ¿Le echaría de menos?

Miguel se hundía más y más, pensando si intentar nadar hacia la superficie o no...

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Da demasiada importancia a lo que una única persona quiera. ¿Miguel se dejaría ir hasta el fondo si supiera que ella no le iba a echar de menos?

Lucía dijo...

Ella puede ser muy importante, pero... ¿sólo cuenta si ella le va a echar de menos?, ¿los demás no importan?

Javi dijo...

Ana, ¿demasiada importancia? ¿Por qué? A veces una sola persona es lo suficientemente importante. De todas formas, ¿he dicho yo que solo importe lo que ella piense? Miguel se ha planteado si ella le echará de menos, pero, ¿sabemos si ha pensado en alguien más? Y quién sabe, la gente hace locuras muchas veces. Una de ellas puede ser no intentar nadar hacia la superficie.

Lucía, ¿nunca has tenido un momento de esos en los que solo importa una persona? ¿Que el resto no importa?

Creo que la gente a la que queremos es capaz de hacernos sentir lo mejor... y lo peor.

Y, para las dos... ¿y si lo que he escrito es todo metafórico? :-P

Besitos