26 de marzo de 2008

SUEÑO

Hace apenas media hora que he vuelto de comer. Llevo un rato intentando pensar en algo sobre lo que escribir… sin embargo, es como si todo se moviera a cámara lenta y como si yo fuera un mero espectador de todo lo que pasa a mi alrededor.

Así es cada tarde, después de comer. Si estás en casa es perfecto, sientes cómo te envuelve ese delicioso sopor, y entonces decides echarte un rato en el sofá, con el run run la tele de fondo y con la típica mantita del Ikea por encima, o quizá mejor, decides irte a la cama y echarte la típica siesta de pijama y orinal, una siesta como Dios manda. Eso sí, en este caso te sueles levantar con un terrible dolor de cabeza que no se te quita ni con una sobredosis de Paracetamol y con un humor de perros que no se te va hasta la mañana siguiente… suponiendo que hayas podido dormir por la noche ya que probablemente la siesta de dos horas o más te ha desvelado y no has hecho más que dar vueltas y más vueltas. Pero que te quiten lo bailao, que no podrás dormir y estás de mala leche, pero la siesta te supo a teta.

Sin embargo existe la posibilidad de que comas fuera de casa y, peor aun, que tengas que trabajar por la tarde. Entonces ese delicioso sopor se torna en insoportable. Vas al baño y te mojas la cara, te pones el iPod con música pachanguera para espabilarte, vas a la máquina de café para estirar las piernas y de paso chutarte con un asqueroso café de máquina que tomarías de forma intravenosa si fuera posible… pero nada de eso surte efecto. Vuelves a tu sitio, y te sientas de nuevo frente al ordenador. Y te quedas mirando la pantalla, en estado de semiinconsciencia. Probablemente podrían darte una pequeña descarga eléctrica que ni siquiera lo notarías. Estás con las manos apoyadas en el teclado, la boca medio abierta (con un poco de suerte no tendrás la babilla resbalándote por la comisura, lo cual te daría muy mala imagen ante tus compañeros), en el monitor hace ya un rato que ha saltado el salvapantallas, pero tú ni siquiera te has dado cuenta de ello.

De repente, algo te sobresalta. Puede que sea la voz de alguien que te habla o tu teléfono sonando, y al cabo de unos segundos (con seguridad más de los necesarios para un cerebro en plena actividad) vuelves de ese lugar maravilloso en el que estabas y como por arte de magia vuelves a ser una persona absolutamente normal. Y todo ese tiempo (obviamente ni siquiera eres capaz de estimarlo) queda como un extraño dejà vú, algo que no sabes si ha pasado o si pasará, si lo has imaginado o fue real, algo que ha podido durar 1 minuto o 20 o vete tú a saber.

Y justo ahora acabo de regresar de ese extraño estado y me doy cuenta de que he escrito cuatro párrafos de algo que seguramente no tenga mucho sentido. Pero ya se han ido el trance y el sopor, el sueño y la inspiración, y solo ante mí una pantalla con mucho trabajo por hacer. Quién sabe si este momento existió o sólo soñé que escribía.

2 comentarios:

Lucía dijo...

Gracias a Dios no se me ha llegado a caer la baba, pero ha debido faltar poco. Debería ser delito trabajar por la tarde.

Enhorabuena por tu primer post en tu nueva casa :).

Besitos.

Javi dijo...

Gracias por el comentario, y por tu inestimable ayuda con el blog.

Besitos