15 de julio de 2008

SUEÑOS ROTOS

A veces despertamos en mitad de la noche, despertamos de una pesadilla y volvemos al mundo real, sin los peligros y miedos que nos acechaban en una pesadilla.

Otras veces, sin embargo, sucede al revés. Despiertas de un sueño, de algo maravilloso que ansías y persigues con todas tus fuerzas, durante mucho tiempo, quizá demasiado y, de repente, te das cuenta de que tu vida real no es tu sueño, te das cuenta de que lo que te espera en la vida real es, en realidad, una pesadilla. Porque no hay nada peor que perder de golpe todo lo que quieres. Esa es la peor de las pesadillas.

Pero, qué más da. El caso es que en un instante, todo se rompe. Los sueños son como jarrones de fina porcelana china, bellos, delicados, y quizá, inalcanzables para algunos.

Cuando estamos soñando, la mayor parte del tiempo no somos conscientes de que lo hacemos, no somos conscientes de que no estamos viviendo la realidad, sino una quimera pasajera. Pero hay fases del sueño en las que empiezas a dudar, que estás en un estado de semi-consciencia y te planteas que quizá aquello no sea del todo real. Pero es un sueño. Es tu sueño, y eso es lo que más deseas, y luchas por él, incluso aun sabiendo en algún pequeño rincón de tu ser que es un sueño imposible. Pero luchas, luchas y luchas hasta la extenuación, hasta que no puedes más, hasta que no tienes fuerza para más. A veces, incluso, luchas más allá de tus posibilidades.

Pero cada vez estás más despierto, más consciente, y aunque quieres negar la evidencia, aunque no quieres dejar escapar ese sueño, tu sueño, te das cuenta de que cada vez es más difícil. Y te vas despertando, poco a poco, y como en una escena a cámara lenta ves como ese delicado jarrón va cayendo. Y aunque intentas agarrarlo antes de que sea demasiado tarde, se te escapa, se te escurre de los dedos y se precipita contra el suelo sin remedio.

Y entonces despiertas. El ruido del precioso jarrón al caer y romperse en mil pedazos te devuelve a la dura realidad, de golpe, como lo haría una inesperada bofetada. Y te quedas mirando, con cara de tonto, tu jarrón. Ese jarrón que representaba todo lo que deseabas, todos tus sueños, tus ansias de felicidad. Podrías prescindir de todo lo demás, pero no de ese jarrón, no de tus sueños. Pero ya no hay nada que hacer. Se acabó. Está roto.

Y tú estás sin fuerzas, y solo miras los miles de pedazos esparcidos por el suelo, los sueños rotos.