13 de mayo de 2008

ANGUSTIA

Me despierta el estruendo de un trueno retumbando en mi cabeza.

No sé dónde estoy. Tengo los ojos cerrados. Pero estoy mojado. No. Estoy empapado, calado hasta los huesos. Llueve, diluvia, y noto la lluvia golpear mi cuerpo. Siento frío. Estoy agachado, en cuclillas, abrazándome las piernas con mis brazos mientras la lluvia baña mi cuerpo, desnudo. Nada me cubre, nada me protege.

Oigo el sonido de la lluvia al golpearme, al golpear las hojas de los árboles, al caer con fuerza en los charcos. No se escucha nada más, ni un solo ruido. Nada.

Entonces intento gritar, pero tampoco puedo. Abro la boca, pero de mi garganta no sale ni siquiera un grito ahogado. Y lloro, lloro de rabia y de impotencia, porque soy incapaz de llorar con lágrimas. Estoy inmóvil.

Dentro de mí solo siento como si alguien hubiera metido la mano en mi cuerpo y me estrangulara el estómago, dificultando mi respiración.

Abro los ojos y veo dónde estoy. Es un minúsculo claro de un frondoso bosque. Estoy rodeado de árboles inmensos que impiden ver más allá, de frío, humedad y oscuridad.

Solo me acompaña la angustia de saberme así, solo, desprotegido, indefenso e inmovil.

8 de mayo de 2008

ANTÍDOTO

Hay días que amanecen maravillosos. Nos levantamos contentos, puede que incluso demasiado. Todo es de color de rosa, todo nos hace sonreír y somos capaces de hacer sonreír a cualquiera. Nos sentimos en la cima del mundo, estamos juguetones y bromeamos con todos. Simplemente es el día perfecto, como si tuviéramos superpoderes y fuéramos inmunes a todo.

Pero a veces, de repente, algo pasa. Puede que sea algo importante, o puede que sea una tontería. Pero en un momento dado algo nos entra por la vista, por el oído, por el tacto, por el olfato, o por el gusto. Puede incluso que nos entre por todos los sentidos a la vez, y quizá sea por eso mismo que recorre todo nuestro sistema nervioso sacudiéndonos hasta llevar eso hasta algún lugar de nuestra alma y... ¡zas! Todo lo rosa se vuelve negro, de repente, sin aviso, sin alarmas. Simplemente ocurre. Todo se oscurece, todo cae, arrastrándonos a nosotros al abismo.

Y cuando eso ocurre realmente es una mierda (y perdón por la palabra), pero tú estabas de coña, en la cima del mundo, riéndote de todo, y de repente bajas de golpe pero no a tierra firme, sino al subsuelo, a una sima profunda y oscura de la que no sabes ni cuándo saldrás, ni cómo lo harás.

Cuando eso pasa, te sientes impotente, no sabes qué hacer.

Pero creo que hay algo peor, y es cuando alguien a quien quieres está en esa situación. Eso es mucho peor, la impotencia es aun mayor. Porque da igual lo que les digas, da igual lo que intentes, que no eres capaz de paliar su dolor, su pena, o su estado de ánimo, a veces incomprensible. Otras veces sí lo comprendemos, pero ni siquiera así somos capaces de ayudarles.

Es quizás, en esas ocasiones, cuando me gustaría tener un antídoto, una cura, algo. Cualquier cosa que sea capaz de ayudar a esa persona que queremos y que está así de triste. Algo que les ayude a llorar, o a sonreír.

Si encuentro ese antídoto, lo guardaré como un tesoro en mi botiquín para poder dártelo cuando lo necesites.